“¡Ganen culiados! ¡Nada de campeones morales! ¡Éxitos para
La Furia!”, 4 de agosto de 2012, mensaje enviado a las 4.13 AM por Sergio Carreras.
Desde
hace tres años a esta parte, La Furia vivía del recuerdo. Cada almuerzo era un
convite para hablar de las épicas batallas ganadas y perdidas, del Zurdo, del
Cámara 2, de los goles a Sucesos, de las peleas con Cadena 3, de los consejos
antifútbol de Joe o de las voladas de
Caretó .
Cada relato se transformaba en leyenda, crecía con el paso de los días
como una epopeya de gladiadores que combatían en la arena. Sólo se hablaba del
pasado. El presente mostraba una “tibia”
Furia que era aplastada por rivales impensados.
Pero
la historia cambió. Pasaron 3 años, técnicos fallidos, jugadores fallutos, una
institución que se hundía en el fango de la derrota con goleadas para el
olvido. 2012, pese al conjuro Maya, predestinaba una modificación en el
calendario furioso, esgrimía nuevos argumentos como para reflotar hazañas y
derribar barreras.
El año presagiaba un cambio de aire y La Furia lo asumió
como tal: nueva camiseta, nuevos entrenadores, ganas renovadas y huevos de
sobra para cachetear el presente y poner bajo los pies a cualquier bicho que se
cruzara.
Así,
varios “cucos” mascullaron el polvo de la derrota, de bruces caían rendidos,
esperando la estocada final al corazón: Sangre roja furia.
La
batalla final. Sábado 4 de agosto de 2012, 11.33 de la mañana. Todo estaba
listo, Lentos Pero Gordos, un nombre gracioso pero alternativo, le daba a
Redacción el mote de candidatos. Todo estaba preparado: el fuego para los
choris, el lugar, la hinchada, el árbitro, el día, la hora, el cielo
encapotado, el frío, los premios.
Algo
trastocó el reloj de Redacción. Su apuro por ir ganando 5-0 los llevó a subirse
a un torbellino de errores, en el fondo chocaban contra una pared,
Rojas-Fundunklian, que tenían el libreto escrito que no se iban a mover de sus
puestos así se descarrilara el Tren de las Sierras.
Al medio, Simo era el
encargado de masticar todo lo que se moviera. Lamentablemente, los rivales no
lo entienden. Pero todos quisieran tenerlo en su equipo. Tiene un temple
charrúa. Si jugara al Buscaminas, en el primer click le tocaría “bomba”. Fue su
mejor partido.
Chino
y Mati, que podrían formar un dúo de Reggaeton, sacaron a bailar a cuanto
defensor se cruzara, hicieron surcos por derecha y por izquierda, y fueron los
encargados de marcar en los momentos claves. Un poco más adelante, Marianito
sacó conejos de la galera como siempre, volvió a pegar tiros en los palos y se
las ingenió para soportar patadas de todo tipo, porque también hay que decirlo:
Redacción le pega hasta a una vieja en silla de ruedas.
Gaby,
Lychy y Juan, pulmotores de un equipo que ya sabía su libreto. Juan entró, no
desentonó, y como un homenaje a la historia lucía la vieja camiseta. Gaby
cumplió su función de doble 5 y frenó las escaladas de los alpinistas de Lentos
Pero Gordos. Lychy volvía de una semana que lo tuvo en cama y junto al Chino
fueron los goleadores del torneo.
Atrás,
Caretó sacaba y sacaba. Podrían haber pateado mil tiros que Agustín los
desintegraba a todos. Un arco impenetrable, para un arquero colosal.
El
partido tuvo de todo, expulsados, golazos, lesionados, discusiones.
Afuera,
el aliento de todos, del único hincha, de las “nocturnas”, y de un Joe inmenso
que por más que pasen los años dirá presente, con su look, su jopo a media
asta, y una camiseta furiosa que lleva tatuada hasta los huesos.
Durante
años, la batalla del 4 de agosto será
contada una y mil veces. Cada vez será más heroica, más espectacular. Nuestros
fantasmas la revivirán una y otra vez durante las noches en Don Balón y siempre
ganará La Furia 2-0; porque las finales NO SE PIERDEN.
¡Qué grandes! Barriletes cósmicos! Fue el poder de mi arenga
de madrugada :), mensaje enviado por Sergio Carreras el 4 de agosto a las 4.13
PM.
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